Se presuponía etapa divertida y rápida. 102km con unos 1600m, mucho sendero (singletrack). Pero nadie contaba con la lluvia. Toda la tarde y toda la noche lloviendo sin parar. Levantarse se hace duro. La humedad se ha colado en la tienda y la ropa está mojada y fría. Lo que menos apetece es montar en bici. Vas a por la bici tiritando, la bici empapada, pero una vez dentro del cajón de salida, todo se pasa. Ya solo piensas en la etapa, pero nadie se imagina lo que nos vamos a encontrar.
Desde los primeros metros de la salida nos metemos en un barrizal continuo. Un charco de kilómetros. Rodeado de bikers, en poco más de 100 metros, tú y bici vais completamente embadurnados. No se te distingue nada. Barro, barro y mas barro. Con tanta gente se generan unas rodadas donde es casi imposible mantener una trazada uniforme. Te da igual charco grande, pequeño, profundo o no, tú no aflojas.
Atravesamos ríos con una corriente mas que considerable, muchas veces con agua muy por encima de los tobillos. Tiene su encanto pero sufres por la bici. La transmisión suena que da grima, las pastilla de freno se consumen y la bici frena cada vez frena menos, pero allí no para nadie. El circuito era muy chulo, muchísimo sendero rápido, pero con el terreno así estas a punto de irte al suelo en multitud de ocasiones.
Mis sensaciones seguían siendo espectaculares. La misma fuerza o incluso más. Había recuperado perfecto del día anterior, no tenía ninguna sensación de fatiga. Una pena que a Iván lo del barro y la lluvia no le guste nada y pasa un día complicado. Perdemos bastante tiempo con respecto a otros equipos, pero mantenemos el primer cajón. Era un día para librarlo sin percances, evitar averías gordas y caídas.
La tarde se auguraba dura para los mecánicos. Nosotros lo salvamos bien, únicamente cambio de juego de pastillas de frenos. En días así te las comes como si fuesen de mantequilla
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